Tú, mi sueño (parte 2)

A Mariana siempre le ha gustado soñar. Cuando era pequeña soñaba que hacia viajes ella sola a países que ni tan siquiera sabía el idioma. Pero a medida que se hacía mayor le iban entrando los miedos. Desde pequeñita apuntaba maneras en lo que se refiere a las palabras. Su madre siempre dice que con un año hablaba perfectamente. Muy claro. Se la entendía muy bien. Sus profesoras siempre decían que hacía mucha gracia que tan pequeña y tan claro hablaba.

Era una niña muy feliz. Cuando se iba de vacaciones con sus padres, su padre tenía una cámara de vídeo y ella siempre hacia de reportera. Aquí a la derecha tenemos esto, aquí a la izquierda tenemos lo otro. Se lo inventaba ya que no tenía ni idea de lo que era lo que estaban visitando.     

No obstante cuando le preguntaban que qué quería ser de mayor, ella respondía ¡trabajar con papeles!. ¿Eso qué significa? Trabajar con papeles. A día de hoy ella tampoco sabe a qué se refería.

Mariana, era una niña que adoraba a su abuelo, era casi como su padre. Jugaban cada día y muchas tardes hacían la siesta juntos. Al despertar, el abuelo le decía Mariana eres una apisonadora. Porque le dolían tanto las piernas que el mínimo roce le hacía daño. Esto a Mariana le hacía mucha gracia y se reía. Su abuelo se lo decía con todo el cariño. Incluso cuando se abrazaban y ella se sentaba encima de sus piernas, Mariana lo hacía con tanta fuerza que su abuelo también le decía que era una apisonadora abrazadora. 


Mariana, iba creciendo, y con la edad, también crecía su cuerpo, convirtiéndose en una niña un poco gordita. Ella, en aquel momento, era muy feliz. Le daba igual estar gordita, primita, altita, bajita, o lo que sea. Siempre se reía, era optimista, cantaba, bailaba… y era muy activa. También le encantaba hacer obras de teatro. Incluso, en alguna ocasión decía que quería ser actriz. Pero se le quitó la idea de la cabeza ya que no le hacían caso a esto.


Mariana era una niña feliz hasta que aparecieron ellas y él. A él se lo encontraban en el autobús hiendo al cole. En aquel momento Mariana llevaba también gafas. Unas gafas de color rosa combinadas siempre con una diadema del mismo color. Parece ser que a él, unos cinco años mayor que Mariana no le gustaban sus gafas ni su manera de ser, ya que en más de una ocasión, se las rompió. Las gafas y a ella. A Mariana.

A ellas se las encontraba en el cole, en el patio y en la calle.

Llegó un día que ella dejó de llamarse Mariana y pasó a llamarse Gorda. De hecho cuando la llamaban por la calle y escuchaba ¡Mariana! ella pocas veces se giraba. Pero si decían ¡Gorda! Siempre, siempre, siempre se giraba. Y ellas se reían.

Mariana lo hacía inconscientemente. Le habían dicho tantas veces gorda, que había pasado a llamarse así. Mariana dejó de reír, de ser alegre, no tenía ganas de cantar, de bailar… pero en su casa lo disimulaba. En su casa, también lo hacia inconscientemente. En su casa ella se sentía tranquila, en paz, y seguía siendo ella misma. Sobretodo con su abuelo era con quien más ella misma era. Su abuelo le daba una confianza que pocas otras personas le daban.

Pero llegó un día, que desde la escuela, llamaron a sus padres. Pasaba alguna cosa con Mariana.

Y decidieron llevar a Mariana a un psicólogo. Dos veces por semana. Ella no recuerda todas las conversaciones con el psicólogo, pero sí que recuerda que le decían que hiciera dibujos y que un día le preguntaron que si le concedieran un deseo que le gustaría. Mariana respondió ¡me gustaría ser invisible!

Mariana ya había perdido por completo en casa y fuera de ella la sonrisa. La felicidad. La alegría. La risa. La positividad. Ya ni tan siquiera era Mariana. Solo era Gorda.

Cambió su manera de vestir, de sentir, de querer, de ser… incluso en una obra de teatro ella quiso ser él. Yo quiero ser el marido dijo. Había perdido tanto su identidad, que quería con tanto deseo ser otra persona, que incluso quería cambiarse de sexo. A lo mejor disfrazada dejarían de llamarla Gorda.

Eso sí, por las noches ella seguía soñando.

Tú, mi sueño.

Coral ·💋
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