Ha vuelto a pasarme.


Ha vuelto a pasarme.


Tengo ganas de conocer a una persona que sólo sé cómo se llama.

Pensaba que había cosas que terminaban con la adolescencia. Pero me doy cuenta de que no. De que hay cosas que no terminan nunca. Que siempre siguen en ti. Que a lo mejor están dormidas y que en el momento menos pensado, despiertan otra vez.

Tengo ganas de conocerlo y sólo sé cómo se llama.

Creo que es una persona interesante. Me gusta en lo que trabaja, ya que ayuda a otras personas. Me gusta su filosofía de vida. Me gusta en lo que colabora. Desinteresadamente. Me gusta lo que come. Me gusta como viste. Me gusta cómo me trata cuando nos vemos.

Aunque de todo, sea de (muy) vez en cuando. 

Cuando viene, no hablamos más de dos minutos. Lo que él tarde. Algunas veces más, otras menos. Pero me gusta su presencia. Me gusta que venga. Me gusta cómo me mira. Me gusta cómo camina. Me gusta cómo se mueve.

Pero,
ha sido dejar de verlo y darme cuenta de todo eso que me gusta.


Y ha sido,
desde que me di cuenta de que quiero conocerlo más, que he dejado de verlo.


¿Será que todo lo que tenía que enseñarme ya lo he aprendido?
Me gusta
pensar que no.



Que justo ha acabado de empezar.







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